viernes, 30 de abril de 2010

La subjetividad
queda aquí
planteada.

Vaya a saber qué miraba o qué tenía en la cabeza en ese momento cuando cruzaba el puente, pero ya eso no importaba... esa melodía se le instaló.
No importaba el sol, lánguido pero enceguecedor, que entibiaba tímidamente su nariz rojo madrugada; ni llevarse por delante los toldos bajos de las verdulerías.
¿A quién se le ocurrió tal atropello? seguramente los que se atropellan no.
Y así se termina graficando el paradigma del buen estúpido.
Prendido, apagado, prendido de esa telaraña neuronal en apagado automático, esa melodía se le instaló.
Atinó a patear palomas y caminar la avenida derecho, manos en los bolsillos, mudo, inanimado, por la cinta urbana mientras el viento lo despeinaba. Tan rápido, tan derecho, de pararelo al piso.
Prendido, apagado, prendido de esa telaraña neuronal en apagado automático, porque esa melodía se le instaló.

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