miércoles, 22 de abril de 2009

7 a.m. caía el día y los faroles empezaban a asomar tibiamente su luz. Estábamos en el patio, y mi tía cortaba el pasto. Inmediatamente esto me recordó mi rechazo a las cortadoras de césped, el crepitar del pasto triturado ante el filo de la cortadora, las briznas que salen desperdigadas por doquier haciendo que luego piquen las piernas, pero era mejor eso a un yuyal con víboras.
Por eso me encerré en el cuarto (de mi primo), me acosté y empecé a leer las páginas amarillas de un libro gordo de tapa azul oscuro, que había visto sobre el modular de la habitación.
Todavía no recuerdo qué libro era, supongo que no habrá sido de mi agrado o que mi mente estaba en otro lado a pesar de que tenga esas páginas amarillentas frente a mí.
La imaginaba a ella, por la mañana, una mañana plateada... por el reflejo del sol tratando de penetrar en las nubes que parecían atadas entre sí, surfiladas; y ella estaba en la cocina haciendo dibujos con la espuma de leche sobre el café.
De pronto caí de cuenta de mi alrededor, del libro que tenía entre mis manos y que la página en el que estaba abierto, y había un diálogo que es hasta hoy en día lo único que recuerdo...

Andrés: - ¿y te fue bien?
Ernesto: - Sí, me fue bien...
Andrés: - ¿sólo eso?
Ernesto: - Sí, no me sale decir otra cosa...

Creo que si me dejo engañar por el esfuerzo de mi memoria, el libro se llamaba "Anhedonia (donde no llega la primavera)".
Hace poco me entró curiosidad de leerlo con mayor atención, le pregunté a mi primo si sabía algo de ese libro, y solo atinó a decir "¿dónde queda Anhedonia? que feo lugar debe ser ". Luego de un segundo de silencio, solo me limité a corroborar su hipótesis "si, debe ser un feo lugar... ".

No hay comentarios: